sábado, 25 de marzo de 2017

En busqueda de mi motorista perdido... segunda parte...

Dicen que todos los días hay que hacer algo que te miedo.

Ayer fue un dia muy interesante. Parafraseando a un cantautor nacional, me subí a la moto con mas miedo que ganas y me convencí de que cualquier obstáculo en esta vida se pasa con equilibrio, cerebro y paciencia.

Salí de Nebaj hacia Chajul a enfrentarme con todos los miedos, propios y ajenos, con el único fin de ir a ver el río en Yula San Juan en el corazón del Ixcán a sabiendas que cualquier cosa podría pasarme. Como era de esperarse, la carretera se convirtió en algo más angosto aun asfaltado, luego pasó a un camino vecinal de terracería muy bien mantenido, por una empresa hidroeléctrica en el área, el que se convirtió en un camino sin mantenimiento de ninguna clase.

Cuando salí de Ilom no habían pasado 50 mts y el camino se convirtió en  una vereda donde apenas pasa un pickup; un pedrero de pesadilla gótica (dijera un buen amigo) condimentado con ganchos encontrados muy cerrados y una pendiente positiva de mas del 30%. ¡HORRIBLE!.

En ese momento busque un lugar donde dar la vuelta y me pregunte que chingaos hacia ahi. No había dónde dar vuelta. Agarrando aire, seguí.

Una hora más tarde estaba en una tiendecita donde habían tres personas mas a las que les tomó unos diez minutos dirigirme la palabra preguntándome de donde venía y para dónde me dirigía. Cuando les explique, los tres me miraron con cara de que yo estaba loco. ¿y si te caes con esa gran bestia? Me pregunto uno de ellos. Me explicaron el camino que tenía por frente. No me quedaba de otra.
En ese momento me convencí de que lo peor había pasado y era solo de mantener inercia, ser cauteloso y viajar justo a la velocidad que te funcione.

A la mitad de una subida había un lugar donde podía agarrar un poco de aire y pare con el pretexto de tomar un par de fotos. Estaba hecho una sopa. Todo el equipo mojado de sudor. Pero justo ahí me di cuenta que estaba disfrutando como nunca.

Algunas veces te encuentras en el medio de la nada y algunas veces, en el medio de la nada, te encuentras.


Eventualmente llegue a tierra más plana y luego al río que tanto quería ver. Aun estan ahi los puentes colgantes... pero ya no se pueden usar. Están en ruinas. El primer río hay que atravesarlo en un vado y el segundo luce un nuevo puente de concreto.


Después de un descanso y un almuercito de campeones (un gatorade, una barra de granola, una bolsita de manías y un dulce de menta) continúe mi camino a algo que recordaba más fácil.

Lo que otrora fue una placentera subida sin mayores complicaciones ahora es un verdadero reto. Creo que si los caminos que llevan de un infierno a otro en el cuadro de Dante hubiera sido empedrados se inspirarían en esta subida. Más ganchos angostos con piedra suelta sin una línea de tracción visible. Un verdadero infierno empedrado condimentado con demonios al volante de pickups llenos de gente que se dejan ir como si uno no existiera.

Anoche entre a Huehuetenango. No pude dormir de lo adolorido, exaltado y feliz que estaba.
Me siento diferente.

Creo que lo encontré.

Mi motorista perdido.

viernes, 24 de marzo de 2017

En busqueda de mi motorista perdido...

Francamente no sé cómo lo perdí  porque cada vez que me subo a una moto me encanta. Lo que sí es cierto es que hace mucho tiempo que no me dan ganas de madrugar un finde para ir a descubrir algún caminito que me rete.

Sufriendo esto, he estado pensando que hacer para volverme a entusiasmar con la experiencia del motociclismo y decidí hacer un viaje solo, sin mucho rumbo sino más bien llegar a donde las fuerzas me den, reconociendo los lugares que más me han gustado de mi guate.

Así que aquí me tienen, en Santa Maria Nebaj, Quiche; recordando viajes y buenos amigos. Viajes que de alguna forma se convirtieron en anécdotas legendarias contadas mil y una vez.

Hay huellas de ese mi motorista empedernido debajo de todo el equipo de seguridad... que por cierto, antes no usaba.

Hoy se me asomó tres veces: una cuando frené algo pasadito y oí los tacos de los caites nuevos de mi fiel compañera crujir en el asfalto  haciendo happy tailing.

La otra fue cuando  me aburrí de esquivar piedras y decidí desconectar el control de tracción y navegar de cresta en cresta entre un mar de piedras y polvo calidad talco a una velocidad que me hizo sonreír.

La última vez que lo sentí fue cuando saliendo de noseque Jocopilas se me acabó el asfalto, si es que se le puede llamar así, a 90 Km/h caímos en ripio de unos 15cm. de ondo y suelto... el combi de instrumentos de mi blanquita parecía árbol de navidad, con todas las luces encendidas... la que más fuerte brillaba era la de inminente trancazo!

Que rico llegar a un pintoresco pueblecito donde la gente saluda en la calle, donde a las 6pm todos están en el parque en la esquina del peladero viendo pasar gente, donde la comida es simple, deliciosa y a precio justo.

Mañana será otro día. ¡Espero volver a ver a mi motorista perdido!