martes, 10 de marzo de 2015

Cuando el camino es el destino…


Después de algunas lunas de dedicarle todo el tiempo a este mundo de las motos me es bien difícil encontrar un destino que llame la atención ir y aventurarme a conocer. Es aún más difícil pensar en rodar hacia un antiguazo o alguno de esos destinos en el radio cercano a la ciudad.

Cuando ya se te pasó la emoción de perfeccionar rutas y conocer hasta el más mínimo obstáculo para encontrar la mejor línea posible, es muy común que el motorista se aburra y empiece a usar menos su moto. Si no ha entendido la filosofía oculta en el motociclismo lo más probable es que termine dejando el motorismo y pase a una nueva entretención.

Ahora bien, si encontró el significado de esa filosofía oculta empezará a disfrutar de verdad el motociclismo. Se Empezará a dar cuenta que el destino es puramente un pretexto donde realmente lo que importa es rodar.  

Esta filosofía cada uno la percibe de forma diferente porque lo que cada uno vivimos es muy personal y hasta íntima. Una vez que has llegado a este punto lo que esperas de cada viaje en moto son sensaciones de libertad para algunos, tal vez un tiempo de concentración fuera de la cotidianidad de los problemas de la vida diaria o para algunos otros una forma de vida. Cuando llegas a esa fase empiezas a pensar en la forma de pasar más tiempo viviendo tu experiencia manejando y menos tiempo sentado en un restaurante sintiéndote bien por pertenecer a un grupo.

Muchos años critique a uno de mis mentores motocíclisticos por detener el viaje únicamente para rellenar el tanque de gasolina, que mientras estiramabamos las piernas comíamos un hotdog de gasolinera con una gaseosa, donde también llenábamos el Camelback de agua fría para finalmente seguir manejando. Ahora lo aplaudo. Gracias Tito Spross.

Tantas anécdotas con amigos donde se traza un plan para conquistar un destino y justo cuando llegábamos ahí, alguno se le ocurría la grandiosa idea de pasar por otro destino para hacer el regreso interesante y terminar entrando a la ciudad con muchos más kilómetros recorridos que los planeados originalmente.

Últimamente me he dado cuenta que mis viajes en moto (los pocos que no tienen que ver con trabajo) no tienen destino geográfico sino más bien rumbo. Me subo a la moto muy temprano y empiezo a conducir para recorrer caminos, que normalmente son del occidente de este nuestro bello país pues me llama mucho la atención por que creo que aun no lo conozco a profundidad. Los objetivos de mis viajes han cambiado de destinos a cantidad de kilómetros o medidas de tiempo en un rumbo. Cuando logro cumplir con lo propuesto, busco algo de comer para descansar un rato y para entender el entorno. Me encanta visitar los mercados para hablar con lugareños y comer comidas regionales para así tal vez descubrir alguna especia o uso de estas que no conozca. Este ejercicio tan inusual me sirve para ordenar ideas y disectar problemas para lograrlos comprender y eventualmente resolver. A veces con pocos kilómetros basta, a veces muchos kilómetros son necesarios.

Cada uno usa  -como una droga- el motorismo para un objetivo en especial, a mi me sirve para calmarme, enfocarme y encontrar de nuevo el rumbo.  No se como el montar moto sirve para los demás, pero estoy seguro todos tenemos un común denominador, disfrutamos el manejar moto.