viernes, 19 de junio de 2015

Cuando se viaja con buenos amigos…



















Hace unos años tuve el gusto de participar en una secuencia de eventos que nos hizo trasladarnos más o menos 1,000 km. en un día para poder cumplir con el itinerario. Tendría que recorrer esta distancia, los 2 días siguientes asistir a un extenuante curso y después volver a recorrer esa distancia para continuar con el complejo itinerario. Tenía varias opciones para realizar el viaje de ida y vuelta pero por supuesto escogí la más divertida a manera de reto personal.
  

¡Lo tenía que hacer en moto!

Para un viaje de ese calibre hay que convencerse a sí mismo que uno es capaz de lograrlo sin morir en el intento. Fue en ese punto cuando un compañero de viaje me pregunto cuáles eran mis planes para el viaje tan corrido… recuerdo muy bien que empezamos a charlar del tema y se emociono tanto que acordamos me acompañaría en la locura que estaba proponiendo.

Si bien es cierto muchas de las variables del viaje tenían condiciones perfectas, para mi compañero en ese momento era un gran reto; nunca había rodado tantos kilómetros en un día, con la presión de que al día siguiente muy temprano teníamos que estar presentándonos a un evento que habíamos ganado con trabajo la participación. En fin, con un desayuno completo cargamos las motos y enfilamos a las afueras de una gran ciudad y sus complicaciones para tragarnos todos esos kilómetros.


Jorge, mi compañero de viaje, llevaba de pasajero a David que por cuestiones que no vienen al caso tuvo que ir en calidad de mochila con el trabajo oficial de documentar el viaje cómodamente sentado en una magnifica K 1600 GTL siendo testigo y participante.

El Ing. Murphy no falla; a 150kms de nuestro punto de partida, había un embotellamiento de 11kms de largo porque estaban construyendo ampliaciones; nos tomo más de una hora atravesarlo en un clima muy seco y caluroso. Primera parada… mucha agua, baño, mas agua, gummy bears ácidos para mi, galletas para David, un buen estirón de piernas y a seguir.


En la segunda parada teníamos ya el odómetro con 450 kilómetros de recorrido. Llenar el tanque de la moto era necesario, era tiempo de un descanso y un buen almuerzo. Después de un pestañazo para dejar que subiera y bajara la marea alcalina continuamos con el viaje ya en rutas más despejadas de transito con un atardecer magnifico frente a nosotros. Faltaban menos de 100 kilómetros para el destino;  más gasolina, más galletas para David, una visita rápida al baño y a terminar con el viaje. Después de un par de vueltas de más llegamos al hotel sintiéndonos héroes por haber logrado completar la mitad de nuestro viaje de forma segura.


Al día siguiente mucho más temprano que lo que queríamos levantarnos, empezó el famoso cursito que ya describí en este blog,  BMW Motorrad Race academy el cual era nuestro ansiado objetivo principal, pasando a ser parte de algo más grande que en conjunto es uno de los viajes más gratificantes que he realizado.

Después de haber terminado con el compromiso, teníamos un par de días para regresar más tranquilos a devolver las motos para continuar nuestros itinerarios. Otros compañeros que también participaron en el curso, hicieron la ruta hacia el curso de forma diferente dividiéndola en dos días. Dentro de este otro grupo, Juan David un compañero un tanto más locuaz, en lugar de dejar la moto a un lado para ir al curso por otro transporte, se contagio de la aventura y no recordó que el tenía que tomar un avión para encontrarse con la esposa en otro destino… fue donde le conseguimos moto para nuestro gran amigo David, una flamante K 1300 S con la que fue ascendido de mochila a piloto con la consigna de regresar la moto a nuestra ciudad de partida en una pieza.


En el recorrido de vuelta fue más bien un paseo donde tuve la oportunidad de conocer mejor a mis compañeros. Nos detuvimos en un sinfín de gasolineras por más galletas, más Gummy Bears, más hidratación y más combustible también estuvimos en icónicos cafés y pequeños restaurantes así como en las más glamorosas ciudades para hacer y compartir anécdotas.  Pasamos la noche en una pequeña ciudad en el medio de la nada para compartir una botella de vino con los que ahora llamo amigos.  


Casi al final del viaje tuve el gusto presentarles a Markus, un gran motorista y amigo encargado de la sección de viajes de una famosa revista quien nos dio un recorrido personal por las oficinas de la editorial compartiéndonos una historia de vida extremadamente interesante. Es donde te das cuenta que los motoristas son gente simple que viven al máximo cada experiencia, buena o mala.



Por supuesto que los paisajes fueron impresionantes y la experiencia de hacer este tipo de viajes es única, pero compartir kilómetros con motoristas desadaptados hace amigos de por vida.


Jorge, David, Markus y Claudia es un gusto contarles como grandes amigos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario