Hace unos años tuve el gusto de participar en una secuencia
de eventos que nos hizo trasladarnos más o menos 1,000 km. en un día para poder
cumplir con el itinerario. Tendría que recorrer esta distancia, los 2 días
siguientes asistir a un extenuante curso y después volver a recorrer esa
distancia para continuar con el complejo itinerario. Tenía varias opciones para
realizar el viaje de ida y vuelta pero por supuesto escogí la más divertida a
manera de reto personal.
¡Lo tenía
que hacer en moto!
Para un viaje de ese calibre hay que convencerse a sí mismo
que uno es capaz de lograrlo sin morir en el intento. Fue en ese punto cuando
un compañero de viaje me pregunto cuáles eran mis planes para el viaje tan
corrido… recuerdo muy bien que empezamos a charlar del tema y se emociono tanto
que acordamos me acompañaría en la locura que estaba proponiendo.
Si bien es cierto muchas de las variables del viaje tenían condiciones
perfectas, para mi compañero en ese momento era un gran reto; nunca había rodado
tantos kilómetros en un día, con la presión de que al día siguiente muy
temprano teníamos que estar presentándonos a un evento que habíamos ganado con
trabajo la participación. En fin, con un desayuno completo cargamos las motos y
enfilamos a las afueras de una gran ciudad y sus complicaciones para tragarnos
todos esos kilómetros.
Jorge, mi compañero de viaje, llevaba de pasajero a David
que por cuestiones que no vienen al caso tuvo que ir en calidad de mochila con
el trabajo oficial de documentar el viaje cómodamente sentado en una magnifica
K 1600 GTL siendo testigo y participante.
El Ing. Murphy no falla; a 150kms de nuestro punto de
partida, había un embotellamiento de 11kms de largo porque estaban construyendo
ampliaciones; nos tomo más de una hora atravesarlo en un clima muy seco y
caluroso. Primera parada… mucha agua, baño, mas agua, gummy bears ácidos para
mi, galletas para David, un buen estirón de piernas y a seguir.
En la segunda parada teníamos ya el odómetro con 450 kilómetros
de recorrido. Llenar el tanque de la moto era necesario, era tiempo de un descanso
y un buen almuerzo. Después de un pestañazo para dejar que subiera y bajara la
marea alcalina continuamos con el viaje ya en rutas más despejadas de transito
con un atardecer magnifico frente a nosotros. Faltaban menos de 100 kilómetros
para el destino; más gasolina, más
galletas para David, una visita rápida al baño y a terminar con el viaje. Después de un par de vueltas de más llegamos
al hotel sintiéndonos héroes por haber logrado completar la mitad de nuestro
viaje de forma segura.
Al día siguiente mucho más temprano que lo que queríamos
levantarnos, empezó el famoso cursito que ya describí en este blog, BMW
Motorrad Race academy el cual era nuestro ansiado objetivo principal,
pasando a ser parte de algo más grande que en conjunto es uno de los viajes más
gratificantes que he realizado.
Después de haber terminado con el compromiso, teníamos un
par de días para regresar más tranquilos a devolver las motos para continuar
nuestros itinerarios. Otros compañeros que también participaron en el curso, hicieron
la ruta hacia el curso de forma diferente dividiéndola en dos días. Dentro de
este otro grupo, Juan David un compañero un tanto más locuaz, en lugar de dejar
la moto a un lado para ir al curso por otro transporte, se contagio de la
aventura y no recordó que el tenía que tomar un avión para encontrarse con la
esposa en otro destino… fue donde le conseguimos moto para nuestro gran amigo David,
una flamante K 1300 S con la que fue ascendido de mochila a piloto con la
consigna de regresar la moto a nuestra ciudad de partida en una pieza.
En el recorrido de vuelta fue más bien un paseo donde tuve
la oportunidad de conocer mejor a mis compañeros. Nos detuvimos en un sinfín de
gasolineras por más galletas, más Gummy Bears, más hidratación y más combustible
también estuvimos en icónicos cafés y pequeños restaurantes así como en las más
glamorosas ciudades para hacer y compartir anécdotas. Pasamos la noche en una pequeña ciudad en el
medio de la nada para compartir una botella de vino con los que ahora llamo
amigos.
Por supuesto que los paisajes fueron impresionantes y la
experiencia de hacer este tipo de viajes es única, pero compartir kilómetros con
motoristas desadaptados hace amigos de por vida.
Jorge, David, Markus y Claudia es un gusto
contarles como grandes amigos.
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