El motorismo de aventura es fascinante. El destino es simplemente el pretexto para lanzarse a recorrer caminos desconocidos llenos de paisajes, gente linda y obstáculos que terminan siendo la parte más anecdótica del viaje.
Atravesar ríos cristalinos, caminitos poco transitados llenos de piedras sueltas hacen que el recorrido sea divertidísimo; cruzar viejisimos puentes que están a punto de caer o puentes de hamaca que te hacen sentir vértigo solo de verlos son solo algunos de los obstáculos que se encuentran.
Foto cortesía de Andrés Bolaños |
Aventurarte solo o con un par de amigotes por estos parajes es por mucho lo mejor. Pero ir con un grupo grande de motos es toda una aventura que puede fácilmente convertirse en una pesadilla. Lo que a un grupo pequeño le puede tomar cruzar un río difícil, proporcionalmente se duplica y ha veces hasta se triplica en tiempo y en percances. Con el tiempo nos hemos dado cuenta que esto es normal y nos acostumbramos a los pánicos momentáneos del grupo.
Pánico grupal momentáneo: dícese del síndrome que grupos grandes de motoristas de aventura sufren cuando la cosa se empieza a poner difícil; estado de trance iniciado por el o los pilotos principiantes y contagiado al resto del grupo de manera geométrica, eso si, solo por el tiempo que dure el atravesar el obstáculo. los expertos son inmunes a esto y los avanzados se comportan como principiantes.
Nada como una buena subida de húmedo barro rojo con par de zanjas de agua, condimentada con un poco de musgo para sacar la casta de los pilotos. Los expertos se lucen controlando sus motos para lograr tracción sin perder el equilibrio haciendo hazaña de destreza y al mismo tiempo los pilotos más inexpertos empiezan a sentir la boca amarga del miedo que se convierte hasta en pánico.
Aquí es cuando la labor del guía experimentado es fundamental. En ese momento se convierte en el psicólogo del grupo y tendrá que aplicar toda su experiencia para tranquilizar al grupo y lograr superar ese obstáculo sin mayores percances. Sin perder el temple, uno tiene que ser capaz de incentivar e instruir a ese piloto principiante a que se anime a confiar en sus reflejos y su moto, que sea capaz de concentrarse, aplicar técnicas recién aprendidas, olvidarse del pánico de no lograr superar ese obstáculo que en ese momento parece imposible de superar y disfrutar lo que está a punto de lograr.
Todos fuimos principiantes alguna vez y les juro que cada vez que me veo en una situación difícil, en mi caso particular, Bajadas trompudas, me viene a la mente el Sensei “Don Víctor, El Cachetes, Alvarez” diciéndome, “Subite de nuevo a la moto José, que aunque te caigas de nuevo vas a lograr avanzar otro poco…”
Anécdotas de vivencias en obstáculos, ¡muchísimas!, pero lo importante aquí es que si no quieren ayudar a levantar motos, no convenzan amigos a hacer cosas de las que no son capaces. No sean solo orgullosos protagonistas experimentados. Expliquen y ejemplifiquen las técnicas necesarias para hacer un motorismo sano y seguro.
Ante todo SIEMPRE recuerden que si van guiando a un grupo, uno va tan rápido como el más lento.
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